Revuelta feminista en el contexto de un neoliberalismo centauro. Entrevista con Alejandra Castillo

Samuel Ibarra Covarrubias, Artista visual

  1. ¿De qué hablamos cuando nos referimos al movimiento feminista en el Chile actual?

El movimiento feminista hoy es la articulación de diversas estrategias, políticas e intereses en vistas de la transformación total de las injusticias que el capitalismo neoliberal despliega. Es importante indicar que el feminismo no es como cualquier otro movimiento político, toda vez que cuando éste evidencia la injusticia económica y social que el neoliberalismo promueve lo hace volviendo explícito el dispositivo de género que le subyace: la heteronormatividad. ¿Qué implica este dispositivo de género? Muy brevemente dicho, éste ordena en términos binarios (masculino/femenino) cada uno de los espacios de lo en común. Esta ordenación binaria bajo las luces de la arremetida conservadora de las derechas en América Latina no es otra cosa que la vuelta “evangélica” de la narración del hombre y la mujer en la que de manera rígida se otorga a cada uno de los sexos (entendiendo que sólo hay dos) un deber ser, una función, una ocupación, un cuerpo. No olvidemos aquel “bus” que recorrió algunos países en América Latina que en una suerte de cruzada contra un “apocalipsis queer”, llamaba abrir los ojos, no dejarse engañar y asumir lo natural: hay hombres, hay mujeres, punto y final. En este reparto bien sabemos las mujeres que el lugar que se nos asigna es el de la maternidad obligatoria y lo sabemos, entre otras muchas cosas, por el rechazo a legislar a favor del aborto en la región. En una muy peculiar mezcla, el neoliberalismo centauro une, sin complicaciones, libre mercado y conservadurismo de la familia patriarcal. El ingreso de las mujeres al mercado del trabajo –en un contexto de disminución de derechos y garantías, inestabilidad y precariedad laboral- no ha supuesto la transformación (ni material, ni simbólica) del vínculo entre cuidado, trabajo doméstico y mujeres sino que se ha visto reforzado por las derechas evangélicas y conservadoras. De este muy rápido diagnostico, se puede entender que los temas que articulan a los feminismos en Chile, como en América Latina, sean, entre otros, la lucha por el aborto legal, la erradicación de la violencia de género, la crisis de la cadena de los cuidados, la precariedad laboral y la feminización de la pobreza.

  1. ¿Por qué crees que emergió el movimiento feminista con tanta fuerza como lo vimos particularmente el año recién pasado?

 Lejos de ser una reacción espontánea, la revuelta feminista que tomó lugar el año pasado en universidades, institutos de educación superior y liceos responde a una “acumulación feminista”. Con esto quiero decir que la revuelta feminista fue la condensación de años de constatación de un orden universitario androcéntrico y por lo tanto injusto; la insatisfacción con las medidas tomadas por los propios planteles educacionales para erradicar la violencia de género en sus aulas y campus. Un dato importante de esta acumulación es la incorporación de perspectivas feministas en la formación universitaria en diversas disciplinas, sin duda, insuficiente y siempre marginal a sus cánones, pero fundamental a la hora de comenzar a problematizar el universalismo abstracto de la “universidad” que no hace sino que jugar a favor del patriarcado contemporáneo. Todos estos elementos se articulan y traman a la agitación feminista internacional que dice basta a la violencia, al abuso y al acoso sexual.

  1. Qué sentiste, qué pensaste como ciudadana cuando veías las múltiples marchas, tomas, o debates ciudadanos en torno al feminismo en Chile. ¿Qué imagen te evocó las encapuchadas a torso desnudo declamando sus petitorios?

 La revuelta feminista pone en evidencia lo lejos que la “ciudadanía” –con todo lo que ella implica- está de la vida de las mujeres aun hoy. Me gustó mucho la imagen que ahora traes a colación de las encapuchadas a torso desnudo no tanto por lo evidente de la imagen -la desnudez de un cuerpo- sino por la “fracción intra-clase” que ponía en escena. Estudiantes de una universidad católica exponiendo el cuerpo, el deseo y la festividad que el evangelio oculta, suprime, subordina. Eso es precisamente el feminismo: la interrupción de los acuerdos patriarcales que una clase asume como “naturales”. Creo que esto debe haber asustado a los hombres de sotanas de la PUC.  Recuerdo que la única desnudez que me provocó en esos días de tomas y marchas fue la exposición anodina de algún historiador liberal -y conservador ¡sólo en Chile es posible esta combinación!- que junto a su hija analizaban el movimiento feminista con la más prepotente de las ignorancias asentada en la simple certeza de pertenecer a la clase dominante.

  1. Algunos sectores, especialmente conservadores esgrimen que el feminismo tiene mucha llegada particularmente en sectores ilustrados y de clase media alta, no así en espacios populares o más carenciados. ¿Estás de acuerdo? ¿Crees que se recepciona de igual manera el discurso en los diferentes estratos sociales?

 El feminismo ha tenido poquísima llegada en los sectores ilustrados y de clases medias altas, prueba fehaciente de aquello es la ordenación androcéntrica y patriarcal de la cultura, la educación y la política en Chile. Lo que ha sido promovido y adoptado por las clases acomodadas son políticas de mujeres que han funcionado de dos modos: primero, como excepcionalidad. Las mujeres de clases privilegiadas son visibles, tienen derechos y son exitosas debido a su “excepcional mérito”; este argumento les evita enfrentarse a la pregunta por la desigualdad, para ellas no existe, la “superación” depende del esfuerzo de cada quien, no hay límites estructurales. Y segundo, como beneficencia. Las mujeres que no son excepcionales –las que no tienen la suerte de pertenecer a la clase dominante- son merecedoras de ayudas, programas focalizados y de la “equidad” que provee el mercado con el sobreendeudamiento vía tarjetas o créditos, pero sin derechos, sin igualdad y sin justicia. Ambas funciones de dicha política asumen a las mujeres como un “dato transversal y transparente” casi como un dato natural ocultando con ello el hecho de la desigualdad estructural que el orden capitalista y patriarcal establece. El feminismo es el cuestionamiento radical de ese acuerdo que solo favorece a las mujeres ya favorecidas.

  1. ¿Qué rol cumplen a tu juicio las teóricas, las pensadoras públicas? ¿Por qué se ha hecho importante escuchar sus voces y opiniones?

 Es absolutamente necesario ver, escuchar, leer, estudiar, analizar y criticar lo que otras mujeres han dicho, escrito y hecho. El único modo de desbaratar el orden dominante es mirar oblicuamente su canon -en todos sus formatos- y dejarse seducir por aquellas voces e imágenes que lo complican y cuestionan desde un signo feminista.

  1. En algunos de tus libros has trabajado la dimensión política del arte hecho por mujeres. ¿Por qué crees que el arte es importante en las batallas por las ideas? ¿Qué hay en ese acto de una creadora al designar su trabajo creacional como feminista?

Yo entiendo la política del arte como una política de la imagen. En tal sentido, el arte feminista es importante en las batallas por las “ideas” debido a que pone en evidencia que aquellas batallas se han dado, precisamente, en nombre de la pureza de la abstracción de la “idea” olvidando casi siempre el cuerpo. El cuerpo parece ser no relevante para la política. De tal suerte, las imágenes que la política provee o bien olvidan a las mujeres, o bien las representan, una y otra vez, desde la fantasía ideológica de la “femineidad”. El arte feminista (la imagen feminista)  se plantea de modo oblicuo en relación a la verticalidad absoluta de una humanidad que se universaliza, la mayoría de las veces, desde la figuración de lo masculino. Y otras tantas desde la figuración de la “pose de lo femenino”. No olvido en este punto, la poderosa imagen de lo femenino otorgada por la pietà, pose que pese a su inclinación no deja de ser, paradójicamente, una línea recta cuya figura traza un deber ser de lo “femenino-materno”. Me interesa el arte feminista cuando éste se plantea como una alteración a ambas figuraciones: lo masculino, lo femenino.